Suele criticarse a Israel porque no asume las resoluciones de la ONU. En cambio, no se critica a quienes propugnan su desaparición o no lo reconocen, a pesar de que la creación de Israel fue una resolución de la ONU. Empezando por los países árabes que lo atacaron en 1948, la OLP que propugnó su destrucción hasta 1993 y, obviamente, Irán, Hamás y el resto de los peones iraníes en la actualidad, que buscan acabar con él. Es probablemente el único caso en que un país miembro de la ONU propugna la supresión de otro Estado miembro, y actúa para conseguirlo.
Se repite que Israel fue una creación del imperialismo inglés. Nada más lejos de ello. El Reino Unido se abstuvo en la votación que partió Palestina en 1947. Los EEUU eran ambiguos acerca de ese proyecto. La guerra de 1948 la ganó Israel gracias al apoyo del bloque soviético, quien le suministró armamento, instrucción y apoyo diplomático. Stalin pensaba usar a Israel como una punta de lanza «socialista» contra el imperialismo inglés. Solo cuando Israel se decantó por la alianza estratégica con los EEUU y la URSS con los países árabes la izquierda mundial se volvió antisionista.
Se acusa ahora a Israel de crímenes de guerra por atacar objetivos civiles. Pero atacar un objetivo civil no es tal crimen si a la vez es una instalación militar. No es crimen de guerra pedir a la población civil que lo evacúe, todo lo contrario: crimen es no pedirlo. En cambio, sí es crimen de guerra usar instalaciones civiles para fines militares con el ánimo de poner estas a salvo, y convertir a los civiles en escudos humanos. Las guerras son la peor catástrofe que pueda acaecerle a una población y, bien mirado, no hay mayor crimen que una guerra. Lo que hay ahora entre Gaza e Israel es una guerra; las brigadas que atacaron Israel no son un grupo terrorista: son el ejército gazatí.
Suele decirse que la población gazatí está en una ratonera en medio de las operaciones militares. Pero no se dice que podría encontrar sobrado refugio si Egipto abriera su frontera. Toda guerra provoca inmensos desplazamientos de la población civil. Se ha visto hace nada en Siria (cuatro millones) y en Ucrania (seis millones). También podría hallarlo en Israel o en muchos otros países si se les invitara a ir mientras dura, o definitivamente.
«La guerra la desató Hamás, peón de Irán, y está destinada a reducir la influencia americana en Medio Oriente»
Suele plantearse esta guerra como la que enfrenta a Israel y el pueblo palestino. En realidad, no es eso: la desató Hamás, peón de Irán; y está destinada a reducir la influencia americana en Medio Oriente aumentando la del propio Irán e indirectamente de Rusia y China. Pero EEUU es un aliado de España, en general y en la OTAN. Esto parece haberlo olvidado nuestro Gobierno, que está dividido entre proamericanos y antiamericanos o prorrusos. Si los ataques contra bases militares americanas en la región continúan y los EEUU se involucran en mayor medida, es posible que los márgenes de ambigüedad y equidistancia del Gobierno español se reduzcan.
Suele decirse que los 700.000 palestinos –y sus descendientes- que se convirtieron en refugiados en 1948 deberían tener derecho a retornar a Israel y recuperar sus propiedades. No se dice lo mismo en cambio de los 12 millones de «alemanes étnicos» que fueron expulsados de los países de la órbita soviética al acabar la Segunda Guerra Mundial. Ni de los también 700.000 hebreos que fueron forzados a abandonar los países árabes en los que vivían ellos y sus antepasados. Ni de los cientos de miles de exilados de las guerras balcánicas… y para qué seguir. Se trata de retornos imposibles y probablemente indeseados.
Se dice que Israel somete a los palestinos a un genocidio. Sin embargo, la población árabe israelí era de 150.000 personas en 1948 y es ahora de 1.300.000; y la población palestina (Gaza y Cisjordania) se ha duplicado en 30 años. El genocidio no está a la vista. A la vez se le acusa de practicar un régimen de apartheid sobre los palestinos que cruzan la frontera para trabajar en Israel puesto que no tienen derechos políticos ni de residencia. Siendo eso así, y aberrante, hay que reconocer que en muchos otros países los trabajadores inmigrantes o extranjeros tienen sus derechos seriamente mermados. También se le acusa de discriminar a los árabes de ciudadanía israelí laboralmente y de muchas otras maneras. Siendo eso así, y aberrante, también hay que reconocer que esa discriminación de colectivos por diferentes motivos también está presente en otros países; muchos de ellos europeos. Y si no, que vayan a una banlieu parisina y pregunten. Lamentablemente no se trata de singularidades israelíes.
Se critica a Israel por considerarse el Estado de los judíos. Pero la nacionalidad no es algo que los países atribuyan graciosamente a cualquiera que la desee. España es el país de los españoles, sus hijos y nietos. La nacionalidad española se concede a los demás discrecionalmente y puede retirarse. Se critica al sionismo por racista; pero hay que recordar que, sin el antisemitismo europeo dos veces milenario, no existiría; y que dudosamente existiría Israel de no haberse producido el Holocausto. Las responsabilidades son de quien las tiene.
«El antisemitismo es una forma degradada del anticapitalismo, su expresión populista»
El antisemitismo es una forma degradada del anticapitalismo, su expresión populista. El comunismo era, según sus fundadores teóricos, el movimiento simultáneo y progresivo de los proletarios de los países más avanzados. Para la izquierda es el movimiento «antiimperialista» de las burguesías más atrasadas y reaccionarias, con el que se identifica. Se fantasea sobre la judería mundial como poseedora de un poder económico e influencia gigantescos, que se solapa con el del maligno imperialismo yanqui; ora como su siervo, ora como su amo. El fantasma que recorre el mundo es hoy el del populismo.
Finalmente. Se condena a Israel por mantener la ocupación de territorios que no le pertenecen. Hay que recordar que Cisjordania formó parte de Jordania desde 1948 a 1967; que los palestinos de Cisjordania eran ciudadanos plenos de ese país, si bien nadie apoyó esa incorporación. La Liga Árabe boicoteó esa solución, apoyando en 1964 la creación de la Organización para la Liberación de Palestina. Y que Gaza fue administrada por Egipto durante el mismo período, quien quiso luego desligarse de ella. Luego esos territorios pasaron a ser ocupados por Israel en 1967, quien reconoce a la Autoridad Nacional Palestina desde 1983, y que se retiró de Gaza desmontando sus asentamientos en 2004. Hamás ganó las elecciones de 2006 y no ha vuelto a convocar otras.
La ocupación es un régimen brutal e injustificable. Hay israelíes que sueñan con expulsar a la población palestina para apropiarse definitivamente de Cisjordania. Los asentamientos son parte de ese designio. Hay palestinos que sueñan con liquidar el Estado de Israel, expulsar a su población judía e incluso implantar un Estado islámico. No son sueños sino pesadillas.
No hay en cambio solución digna y civilizada que no pase por un acuerdo de paz genuino y verificable, que abra una etapa de colaboración fructífera, posible y deseada por muchos israelíes tanto como por muchos palestinos. Seguramente por la mayoría. A la vez, tanto de un lado como del otro, y más allá, hay quienes trabajan para arruinar y hacer imposible ese futuro.